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viernes, 15 de agosto de 2008

Puedo ser tan libre y desgraciado como una mariposa si así me place.
Como soy tan adicto a los placeres, también lo soy al sufrimiento.
Me ahogo en la supuesta sensualidad de los teléfonos celulares y sufro por no tener dinero para comprarlos.
Dedico gran parte de mi tiempo a andar mirando ropa en las multitiendas -así como pegarme en los escaparates-, pero jamás tendré para comprar tales prendas.
Investigo cómo llegar a las bodegas de las marcas que más me interesan, pero si compro alguna de aquellas ofertas es bastante probable que me quede sin comer al final el mes.
También me fijo en los precios de los artículos de hogar y decoración; en los precios de las casas y de los servicios que ofrecen los edificios que poseen departamentos con cierta cantidad de metros cuadrados a un precio determinado.
Conozco casi de memoria los precios de la mayoría de las cosas con las que suelo toparme y me dedico a buscar en dónde son más baratas para encaminarme en verdaderas aventuras en el Transantiago para llegar a tales locaciones cuando poseo el dinero suficiente.
Pregunto en las librerías los precios de los ejemplares que me gustan, con la convicción de que jamás seré tan "poderoso" como para darme el lujo de obtenerlos.
Bajo canciones preciosas, aunque sé que jamás podré dirigirlas.
Busco las partituras de las obras que más adoro, a pesar de que jamás tendré el talento para ejecutarlas.
Leo poemas capaces de derretir el corazón de la persona más malvada, mientras me siento destruido al darme cuenta que nunca podré escribir así.
Paso más de dos horas semanales en Bellas Artes, pero jamás estaré a la "altura" de las personas que por aquí circulan.
Voy a la iglesia casi siempre que puedo, aunque jamás seré digno de recibir los dones de la doctrina; a pesar de no ser un creyente inconsecuente, como la mayoría de los otros que allí asisten.
Me maravillo en cómo será la casa de mi sueños, presintiendo que nunca podré alcanzar mi cometido.
Me visto casi siempre con mis mejores atuendos y sólo una persona se voltea a mirarme: la más importante.

Puedo hacer todo lo que quiera, pero es abismantemente abrumador tener tantas libertades.

Me encanta caminar por Santiago, pero odio fumar dos cajetillas diarias de forma gratuita.
Adoro pertenecer a la orquesta, pero me impide ver a quien más amo.
Le tengo un terror horrible a la soledad, pero me gusta mucho estar sólo dando vueltas por la ciudad.
Sonrío y me río muchas veces, pero mi verdadera condición me hace sentir triste, muy triste.
Aún idolatro con todos mis sentidos a la primavera, a pesar que jamás llegará a donde resido ahora.

Puedo hacerme sufrir hasta por el simple hecho de querer hacerlo, porque soy demasiado consciente de que está estrechamente ligado a los placeres.
Reconozco que tengo bastante ornamentado mi carro del deseo, y mi caballo de la necesidad está tan exhausto que creo se encuentra retrocediendo.
Mi sufrimiento me agobia tanto o más que los mismos placeres que siento.
Soy capaz de seleccionar cómo llega hacia mí el bombardeo de estímulos con el que el medio ahoga a la mayoría de la gente, pero aún así me he vuelto algo adicto al sufrimiento.
Soy el cliente potencial perfecto para Sony Ericsson, Nokia, HP, Entel PCS, Metro de Santiago y Elgon; pero fallo en una sola cosa: el dinero.
Me encanta la música que muchos consideran triste y aburrida, así como alucino con la grotesca y violenta.
Mi doctrina particular está basada en fundamentos de muy poca consistencia:
en el sufrimiento y un placer que es solamente potencial y la alimento (a mi doctrina) haciéndome creer que mi mundo es demasiado atractivo como para dejarlo, aunque en el fondo sé que estoy equivocado; si no, no estaría escribiendo esto. Soy yo mismo quien le ha permitido a estos argumentos flacos engordar tal como están.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Mi profesor de gimnasia cuando me enseño a nadar me dijo: "porque se ahoga antes de entrar en al agua, mire, si se asusta tanto le paso las alitas"… y ahora como sirena de piscinas temperada, yo seré tus alitas todas aquellas veces que necesites que te saquen a flote. Se que la soledad alimenta el “pajeo mental”,pero confá que la plata vendrá, una casa linda vendrá, un hogar vendrá y tu vendrás luego para que por unos días nos sintamos como “patos en el agua” y nos olvidemos del resto.

Anónimo dijo...

hey!!! no me olvides

en base a tus recuerdos yo puedo vivir aun, claro que vivire desde ahora diferente, pero aun asi, deseo vivir como antes dentro de tu mente, quizas parecido, quizas solo como aquel lindo esbozo, por el esfuerzo, por el tiempo, por la linda compañia, por lo multifacetico de nuestro andar, desearia no perderlo todo, del todo.

por siempre ñaw!