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miércoles, 30 de abril de 2008

Lamentación... otra vez

Estoy en un período que debiese estar lleno de dicha,
pero estoy lleno de duda y espanto.
Debiese estar augusto con lo que estoy haciendo,
estoy cumpliendo un supuesto sueño que tenía,
estoy cerca de lugares que siempre soñé.
Pero a cambio de ello,
me encuentro constantemente
en vaivenes de dicha y desgracia...
parecido a las sensaciones de la gente común acerca de Dios,
que se acuerdan de él sólo en necesidad.
No me siento en dicha necesariamente por algún estímulo conciso,
sino más bien por razones aleatorias;
hay veces que me siento bien conmigo mismo,
hay veces que me siento bien con mi entorno;
hay veces en que quisiera no ser yo,
en ocasiones detesto mi entorno.

Santiago de la noche a la mañana
puede cambiar drásticamente.
Hay días en que encanta
y días en que se aborrece;
a un ritmo tan parecido al de la contaminación atmosférica.

Hay lugares utópicos que desde siempre quise conocer,
hay cosas tan llenas de mentiras que ahora me arrepiento de haberlas visto.

No toda la gente en Santiago es mala,
he conocido personas muy buenas aquí;
incluso en el edificio en el que vivo. Es como todo lugar en realidad, mejor no hacer prejuicios.

Santiago no es casi nada de otro mundo,
la gente sigue siendo igual que en todas partes, claro, hay 6 millones de chilenos... en lo único que difiere con las otras urbes es en ubicación y número, tamaño y stock de los centros comerciales:
Es el paraíso del consumista, mi paraíso
...
A la vez es el infierno.
El clima no es compasivo
y encontrar tierra es tan difícil como encontrar un baño gratis.
Acá hay tanta cosa por hacer
que me agobio fácilmente.
Como hombre de potencialidad que soy,
me siento desdichado por la simple idea
de las otras potencialidades infinitas existentes en la capital.
Estando acá, dan muchas más ganas de salvar al mundo, es más la impotencia que se siente.
Hay 6 millones de personas, y ninguna se detiene a mirarte o a escucharte...

viernes, 4 de abril de 2008

La vida de la mayoría de los científicos es la constante lucha contra la entropía...

miércoles, 2 de abril de 2008

Le gustaban los acordes de si menor por las mañanas
en los compases de la música tecno y pop
Tomaba sus tazas de té sin azúcar y con leche
Amaba toda clase de helechos, sobre todo si no eran verdes
Vivía en una casa de puertas negras y ventanas anchas,
Escuchaba de forma progresiva un mar de notas en su cabeza
Tenía los dedos de la mano de un príncipe,
llenos de justicia e inocencia.
Se sacudía el cabello con caspa de aquel día mientras veía su plato de cereal a través de sus lentes de sol, sentado de una manera muy poco cómoda.
Salía todas las mañanas a observar lo que iba quedando de paisaje
Algunos pocos árboles que aún quedaban en pie,
flores que los transeúntes todavía no habían pisado,
unos pocos metros cuadrados de césped amarillo y grisáceo que había adquirido su color por estar donde estaba
En la plaza de la ciudad caían las aves muertas con más frecuencia que sus deposiciones.
Odiaba a los niños
En realidad Salía de día a buscar “presas”.
Trabajaba de noche de lunes a jueves, donde le solían regalar los atuendos que utilizaba después de cada función.
prefería ver las noticias en la televisión a leerlas en los periódicos.
Su habitación se veía ordenada por el solo hecho de tener muy pocas cosas en ella: una cama grande y su ropa y artículos de embellecimiento en un closet.
No tenía cortinas en su pieza,
colgaba anuncios en su ventana;
el número de su agente, el del local en donde trabajaba, a veces el suyo propio.
Se levantaba todos los días a las 7, fuese cual fuese éste.

Él estaba en la cima del mundo
Era joven
y todo un ídolo en la comunidad
Seducía con facilidad a quien quisiese,
era una figura en la ciudad.
Cuando dormía, lo hacía desnudo. Siempre se destapaba en las noches,
fuese o no su voluntad.
Era la sensualidad hecha persona
Iba al gimnasio tres veces por semana, donde también era sensación.
Se había acostado con todos,
y más de alguna vez con quien lo ameritaba

Eran muy famosas sus andanzas,
éstas eran de viernes a domingo.
Salía generalmente solo,
llegaba siempre de alguien unido.

Quienes compartieron con él aquellas noches
nunca se arrepintieron
a sabiendas de que sólo serían juguetes olvidados
se este ser que veían casi sólo en sueños.
Le gustaba estrangular a los animales pequeños
y odiaba el chirrido de la tiza si se pasaba con fuerza y sin destreza.


Un día una chica contrató sus servicios como stripper y lo asesinó.