Ahora que estoy en Coquimbo,
me doy cuenta de mi concepto de Santiago:
Santiago Centro, Estación Central, Bellas Artes, la Vega, mi casa, la U y el Parque Arauco.
Y no es que no me guste tanto,
sino que conozco en realidad muy pocos lugares, y aún no sé tomar la micro.
Lo que más me gusta de viajar
es el regreso a "mi tierra"
Dios bendiga a mi Coquimbito lindo,
lugar hermoso
en donde descubrí quien en realidad yo era.
Me encanta todo de aquí;
el clima, la gente y su orografía...
no le exijo nada más;
el consumismo está en Santiago, puedo ir cuando me plazca
pero algo en lo que jamás vacilaría
sería vivir aquí en Coquimbo,
yo por nada cambiaría,
esos cielos, esos vientos, ese tacto inmediato con el clima,
que alguna vez hizo que me sintiera en la cima.
Estar aquí me reconforta tanto como Górecki,
si cuando llegué casi siento el Beatus Vir por mis venas.
Aquí se encuentran mis más preciados tesoros:
mis recuerdos, y muchas personas que amo;
las niñas, mis profesores, mi familia, mi amada y su familia;
me siento tan augusto que de inmediato me encojo de hombros bajo el cuello de la chaqueta, siento luz en el entrecejo, y sonrío, con brillo inocente en los ojos.
Estar aquí realmente me fascina,
no lo cambiaría por nada.
Me gustaría que Coquimbo siguiese como está para siempre;
hermoso, claro, difuso, pintoresco, acogedor, ¡radiante!
Siempre llevo conmigo una imagen de mi pueblo,
una imagen utópica, pero sé que existe...
la imagen de la bahía cuando se viene del Sur,
aquella entrada trinfal que me anuncia
que he llegado al lugar más idóneo de la tierra.
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